Tuesday, June 16, 2009

La experiencia del ojo creciente

R
No es que el resto del mundo no exista. Aún recorren los planetas trayectorias de líneas ausentes.

Pero a la distancia de ocho pasos cortos y mirando recostado tu cuerpo desnudo, he perdido súbitamente toda perspectiva. En mi campo visual drásticamente reducido observo la imagen de un ojo creciente...

Al momento, el contorno de esta visión pierde sus aristas y cede su forma a un amenazante ovalo que se presenta horizontal y afilado en los extremos opuestos. La cercanía es tan contundente que el resto de tu cuerpo queda en entredicho; la sola mención de una relación observado-observante es impensable: “mímesis visual”.

En esta circunstancia de contacto corporal monotemático, nada hay que estorbe el casual desciframiento del dibujo de tu iris.

No es sólo una ilusión óptica. Un choque de pestañas se escucha como el roce eléctrico entre cerdas naturales. Presiento que pronto el medio será acuoso, y de sacar la lengua, comprobaría, salado. Resulta excepcional que siga respirando.

Mi habitual escepticismo comienza a devorarme: si es cierto que alguna vez gocé el hallazgo de un significado oculto en tu mirada, el gigantismo de tu órgano visual abole mi romanticismo y descubre para mí el lenguaje del molusco.

Dada la inminencia, intento imaginar la fuerza de una colisión a tal grado extravagante.

Si debido a una estrategia o a la repentina –e improbable– detención del curso de las fuerzas naturales evado la catástrofe, tal vez me adhiera a tu retina y me disuelva en una lágrima, un brillo, un pestañeo.
 
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